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                 Vidas Minadas es un proyecto fotográfico de               Vidas Minadas en CCET Tegucigalpa (Honduras)  
sensibilización que realiza el fotoperiodista
Gervasio Sánchez desde 1995 con el apoyo
de Intermón Oxfam, Manos Unidas
y Médicos sin Fronteras, tres de las más
de 1.400 organizaciones que en 90 países
trabajan para erradicar las minas,
un esfuerzo recompensado en 1997 con el
Premio Nobel de la Paz. La compañía
DKV Seguros, muy implicada en
labores sociales y asistenciales, es la
principal colaboradora del proyecto.
Diez años después de la entrada en vigor
del Tratado de Ottawa, cuarenta países, entre
los que destacan Estados Unidos, Rusia o China,
principales productores mundiales de minas
y con derecho a veto en el Consejo de Seguridad
de la ONU, siguen negándose a firmarlo, mientras
miles de personas pasan anualmente a formar
parte de un impresionante ejército de mutilados.
El impacto humanitario de las minas es más
profundo y devastador que los efectos de
cualquier otra arma: no sólo cercenan miembros
o vidas, también impiden el libre acceso de los
campesinos a sus tierras, de las mujeres a
los pozos de agua o de los niños al colegio.
Como consecuencia de ello, muchas tierras se
quedan sin cultivar y familias pobres
ven mermados sus ingresos.
El desminado también supone un pozo sin
fondo de gastos para los países más afectados.
Camboya, uno de los países más minados
del mundo, tendría que emplear el equivalente
a su producto interior bruto de cinco años si
desea eliminar totalmente las minas enterradas.
Según la ONU, harían falta 1.100 años y
30.000 millones de euros para erradicar
los 167 millones de minas plantadas
en 78 países de todo el mundo.
 
 
Presentación en CCE Tegucigalpa (Honduras) y Palacio Nacional El Salvador 2011.
 
 
 
 

 
En Sierra Leona, Guerra y Paz, el misionero español Chema Caballero y el fotoperiodista Gervasio Sánchez, a través de valiosos testimonios gráficos y orales, nos muestran el retrato de las víctimas de aquella guerra, sus esfuerzos por rehabilitarse y las esperanzas suscitadas por el proceso de paz. Un reportaje fotográfico de la guerra en uno de los países más pobres del mundo y del proyecto de rehabilitación de niños y niñas soldado más coherente a nivel mundial. 
 
Guerra
La guerrilla sierraleonesa inició el asalto de Freetown el 6 de enero de 1999, ocupando casi todo su casco urbano y destruyendo centenares de casas. En las semanas anteriores había avanzado por todo el país aterrorizando a la población civil y provocando su desplazamiento masivo.
La batalla de Freetown duró dos semanas. La lucha encarnizada calle por calle sembró la ciudad con más 7.000 cadáveres. Miles de civiles sufrieron terribles amputaciones o fueron ejecutados sumariamente. Entre los rebeldes había miles de niños y adolescentes secuestrados de sus aldeas, que combatieron drogados y cometieron atrocidades. Todos los protagonistas del conflicto armado financiaron sus actividades con la explotación o el control de las riquísimas minas de diamantes. 
En  2000 se produjo un nuevo rebrote bélico que duró varios meses. Varios periodistas sierraleoneses y extranjeros perdieron la vida cubriendo la guerra sierraleonesa. Entre ellos, el español Miguel Gil y el estadounidense Kurt Schork, muertos en una emboscada el 24 de mayo de 2000.
 
Las víctimas de amputaciones
La amputación fue la macabra singularidad de la guerra de Sierra Leona. La guerrilla del Frente Revolucionario Unido (RUF) generalizó su práctica a partir de 1995. Era una herramienta de control que provocaba el terror entre la población. El número de víctimas superó con creces los 3.000. Los verdugos eran niños soldados obligados a realizar atrocidades por jefes sin escrúpulos.
Algunas organizaciones humanitarias desarrollaron prótesis decentes para suplir la falta de piernas.   Pero las soluciones para los afectados por amputaciones en sus extremidades superiores eran más difíciles e infinitamente más caras. En cinco años de pacificación, ninguna ONG internacional o local de las centenares que pulularon por Sierra Leona, fue capaz de diseñar un proyecto serio de ayuda laboral para los principales olvidados de la guerra y rescatarles del vacío permanente.
 
Los niños soldados
Miles de niños fueron secuestrados en una de las guerras africanas más sangrientas y convertidos en salvajes combatientes en un ambiente de drogas, violencia y castigos, formando la columna vertebral de la guerrilla y también de algunos grupos irregulares progubernamentales. 
A partir de mediados de 1999, muchos abandonaron las armas y comenzaron su desintoxicación de la violencia en algunos programas de rehabilitación. Los ex combatientes necesitaron horarios rígidos y tener el tiempo ocupado en clases, talleres y deportes.
   Pronto destacó el programa dirigido por el misionero español Chema Caballero, por cuyas instalaciones pasaron más de 3.000 combatientes infantiles, casi la mitad de los 6.845 niños soldados sierraleoneses desarmados. 
 
La Paz
El 12 de enero de 2002 se decretó el fin del proceso de desarme y se anunció oficialmente el fin de la guerra. En una gran pira se quemaron cientos de armas y municiones como acto simbólico. La paz llegaba después de once años de barbarie y destrucción. 
  La ONU organizó una de las operaciones más espectaculares de su historia con grandes inversiones de la Comunidad Europea y los gobiernos estadounidense y británico. Comenzó la reconstrucción en un país donde convive la Edad de Piedra con el siglo XXI.